jueves, 16 de marzo de 2017

Otoño al fin

Abrí la puerta y ahí estaba, de pie con una sonrisa gigante, un cuaderno lleno de dibujos en la mano, una mochila con botellas de cervezas y los bolsillos llenos de flores. Me saludó con un beso violento y mi nariz respiró su perfume y su olor a universo, su aspecto siempre desalineado con los ojos llenos de misterio y los labios con sabor a vida. Era otoño al fin y todo estaba dado para que sea una noche llena de filosofia y charlas eternas.
Nos tiramos en el sillón y pronto comenzó el relato de algo que habia visto desde la ventana del tren, yo le hable de una música que escuche en el subte y que me hizo llorar, y así nuestra ceremonia, nuestro ritual. Las luces intermitentes que colgaban de la pared le daban un aspecto raro, el humo había invadido el living, el tiempo ya no existía y la oscuridad nocturna era una bruma densa que se comía el resto de la ciudad que posaba en la ventana. 
Eramos dos extraños conocidos que viajábamos por diversos planos, otros mundos, otros seres. Algo había en toda esa magia, el no querer cerrar los ojos y no parar de sentir ese momento. Nuestras vidas era siempre así, encontrarnos después de nuestras rutinas acartonadas y llenarnos de ideas, de historias, de relatos sobre lo que tal vez a los ojos de otros solo era la vulgaridad de la vida ajena pero, siempre encontrábamos lo maravilloso del mundo.
Y así, terminábamos acorrucados, recibiendo el sol y durmiendo entre las ruinas del día anterior. Perdiendo sus manos en mi mar de rulos y clavando mis rodillas en la palida carne de su cuerpo desnudo. 
La felicidad y la vida, pasando una vez más en escondite de los mortales. 

sábado, 11 de marzo de 2017

Relatos desde la mudez

No puedo arreglar las ideas, no encuentro palabras que logren tender un puente entre esta isla desierta en la que habito y ese paraíso al que siempre íbamos a jugar. El papel en blanco termina siendo un campo minado de palabras que se pierden en el desorden de mis sentimientos y oraciones tachadas, mutadas en sombras de tintas negras furiosas.
Ya no puedo ingresar en el espacio de mis mundos, no logro volar por los cielos que antes me liberaban, me llenaban de colores y sentido. Estoy atada de pies y manos en un mundo blanco y negro. Estoy asfixiándome y no puedo gritar.