viernes, 29 de abril de 2016

Silencios

Caricias perfumadas de manteca y limón, manos suaves como las masitas de la hora del té. Labios de chocolate y besos con sabor a vino. Hogar tibio, los libros en la mesita de luz y estufas encendidas. El gato enrollado en el sillón donde da el sol. El estallido de una puerta que se cierra por el viento lo despierta, se estira y camina por sobre las cartas viejas que se cayeron de la biblioteca. Las plantas del balcón están desnudas ya de flores, posan sumisas para el imponente monstruo de edificios. 
El otoño se apropió de la ciudad cuadrada, el viento frío baila con bufandas y gorros, los enamorados caminan abrazados por las veredas desiertas, y desde el calor de un ventanal son espiados por los solitarios que nos resguardamos en piyamas y poesías. 
La melancolía amarilla, la desnudes de lo que antes era un verano fatal, ahora es una cama de dos, con tazas de café y dos cucharaditas de azúcar.  

miércoles, 13 de abril de 2016

En la estación

Una foto se cayó del libro de poemas que alguna vez supe llevar en mi cartera durante algún aotoño de hace un par de años atrás. Era una foto de algún lugar en el mundo en el que, en aquel momento de mi vida, me había enamorado. Era una vieja estación de trenes de algún pequeño pueblo del norte del país, atestada de dorados y marrones, con un cielo celeste y un horizonte limpio.
Habia guardado esa foto porque me gustaba volver ahí entre poema y poema, porque sabia que era la forma de tener cerca todo lo que esa tarde amé, no era solo una imagen de una estación, era una imagen de un día en mi vida, todos los sentimientos, una imagen de las manos frías, de aquel sol de otoño, una imagen cargada de perfume y viento, de mensajes entre lineas que ya no se pueden leer, era la esperanza de que cada vez que yo pudiera ir, encontrar a mi alma allí sentada.
La foto cayó lentamente a mis pies, la levante con un poco de sorpresa y la ansiedad aceleró a mi corazón. Cerré los ojos e intenté volver a ese lugar, intenté caminar hacia el cartel con el nombre de la estación, pero me resultó imposible, ya no era capaz de volver a aquel lugar de la misma manera (y estimo que jamás podré volver).
Tal vez sea porque aquella tarde era soleada y acá no deja de llover desde hace meses, o que sin los mensajes cifrados para mi receptor ausente no logre encontrar el recuerdo y caminar por la estación sea esperar un tren que no va a volver a pasar.