sábado, 14 de febrero de 2015

No está muerto quien pelea.

Le herida de muerte me tiro en un pozo dos metros bajo tierra. El tiempo ayudo a que mis pedazos, mal que mal, se uniera y así, de una vez, pararme sobre mi propia tumba y emprender un camino en una nebulosa oscura. No tengo idea si piso sobre el suelo o sobre el cielo, veo poco alrededor, pero de vez en cuando dejo que me alcancen algunos rayos de luz y optimismo, que me iluminan hasta que mis heridas empiezan a sangrar y mis cachos se desparraman por el mundo en una explosión de cansancio y sentimientos.
No entiendo nada, no sé que fue lo que paso ni donde estoy ni donde quedo esa que era feliz, que intentaba planificar un futuro, que sentía, Tengo agujero, huecos infinitos que me quitan el aire, que con el viento ayudan a perder mi estabilidad. También tengo la certeza de que tengo que caminar para adelante, que por más que se me estén cayendo los pedazos tengo que seguir, que por mas que las piedras me patean la cabeza, tengo que seguir. Tengo un montón de gritos cuestionadores, tengo una docena y media de dagas que se me fueron clavando en la carne, tengo la energía agotada y no tengo idea de donde empezar de nuevo.
Me quedé muda, la procesión va por dentro pero ya he decidido no verbalizarla. Aveces las palabras se me acumulan en nudos amargos, pero encontré la solución de pasarlas con alcohol y vomitarlo todo al rato... vomitar hasta quedarme vacía, hasta sentirme libre, liviana.
El acto repetitivo de caerme y levantarme, una y otra vez, cansarme y obligarme,  agarrar los cachos que quedan y arrastrarlos, no dejar que se queden en la tumba, no mirar atrás y solo permitir el recuerdo en un silencio lejano. trastabillar y desparramarme contra el piso, pero seguir, sin un sentido, sin un porqué, seguir.
Espero algún día encontrar el comienzo de la nueva vida, espero que en las caídas no termine en otro pozo. Estoy sola y tengo miedo.